El primer día de payares o noviembre todos nos acordamos de nuestros finados y acudimos a los
camposantos a rendirles culto, ponerles flores y ramos, desearles un feliz año nuevo, mientras la víspera los nenos se antroxan y
piden dulces por el vecindario, mientras las casas se decoran con calabazas o otros frutos vacíos iluminados por dentro. Este es uno de los mejores ejemplos de
tradiciones de ida y vuelta: la fiesta de las ánimas, de la Santa Compaña, una celebración de origen celta,
presente en prácticamente toda Europa, y que viajó a América de la mano de las
sucesivas migraciones europeas pero que hoy retorna al viejo continente
envuelta en el consumo y el márquetin que caracterizan a la
sociedad actual. El Halloween que nos quieren vender es en realidad la vieja celebración céltica de Samain pero debidamente
maquillada por el afán consumista de nuestro tiempo.
Los
celtas sólo distinguían entre dos estaciones (verano e invierno), Samhain
(que significa etimológicamente ‘el final del verano’) representaba el comienzo
del hinvierno. Se acababa el tiempo de las cosechas y a partir de entonces los
días iban a ser más cortos y las noches más largas. Nuestros antepasados celtas
celebraban importantes festivales para dar la bienvenida al Año Nuevo. Al
anochecer de cada 31 de octubre (ya 1 de noviembre para los celtas, pues el
nuevo día arrancaba con la puesta del sol), la costumbre era dejar comida y
dulces fuera de sus casas y encender fogueres y velas para ayudar a las alma s de los muertos a
encontrar el camino hacia la luz y el descanso junto al dios Sol, en las
Tierras del Verano. En la noche de Samain los vivos y los muertos podían
comunicarse. Las barreras que los separaban desaparecían en aquel momento
mágico. Lo bueno era que los espíritus de los antepasados podían aconsejar a
los vivos sobre el futuro, pero lo malo era que también se convocaban a los
espíritus maléficos. Por eso, los druidas ordenaban encender hogueras para
ahuyentar a estos últimos.
La
romanización de los pueblos celtas y la evangelización de los nunca
romanizados, como Irlanda, la religión de los druidas llegó a desaparecer,
pero el primitivo ‘Samhain’ pudo sobrevivir al paso del tiempo conservando gran
parte de su espíritu y algunos de sus ritos. Con el cristianismo, esta vigilia
pasó a llamarse ‘de Todos los Santos’, en inglés, “All Hallow´s Eve”, de donde
va a derivar la expresión actual ‘Hallowe’en’.
El
Halloween moderno mantiene la vieja tradición de dejar comida para los
muertos, hoy representada en los nenos que, antroxaos o disfrazados,
van de casa en casa, pidiendo aguilandu o dulces. Parece ser que los druidas celtas recogían alimentos por las casas para
realizar ofrendas a la divinidad y que llevaban consigo una gran calabaza con carbones encendidos
dentro, representando al espíritu que les daba poder. A finales del siglo XIX,
los irlandeses introdujeron esta fiesta en América y bautizaron a la calabaza
como Jack el que vive en la lámpara o Jack O’Lantern.
Halloween es hoy una fiesta muy internacional. Poco tiene que ver ya con los rituales
de los druidas, vates o bardos. Se trata sólo de una excusa
más para el negocio de bares y discotecas, el consumo y la venta de disfraces o bebidas y el espectáculo. Se vive como un antroxu o carnaval más, eso sí, especificado en temática de muertos o de terror.
Sin
embargo, muchos países celtas conservan el espíritu y la refe rencia del Samain: no
sólo es el nombre en gaélico irlandés del mes de noviembre, sino que todavía hoy durante la noche de
Samain se prenden grandes fogueres y se encienden velas y luminarias en las que el vecindario arroja los trastos
viejos que acumula en sus casas. Es el principio de una nueva etapa, de un año nuevo, donde se quema lo viejo y se apuesta por renovar y revivir lo nuevo, el futuro. Esa es la forma actual en la que los celtas recibimos con alegría y celebración nuestro Añu Nuevu.
FELIZ AÑU NUEVU CELTA A TOES Y TOOS.
FELIZ PAYARES.
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