martes, 13 de marzo de 2012

El nacionalismo identitario

El nacionalismo como idea más que como ideología se fundamenta en la reivindicación de la nación. El concepto de nación como entidad dotada de una identidad propia, parecida o diferente a otras es lo de menos, es una realidad incustionable por todos. No existe nación sin identidad nacional o al menos es difícil entender una nación sin unos elementos culturales o históricos con los que la identificamos como tal. También por este motivo podemos hablar no sólo de una identidad individual sino tamién de unas identidades colectivas que en el caso de las naciones se convierten en identidades nacionales. Ha ocurrido en la última década con la palabra nacionalismo, a la cual se ha conseguido pegarle todo tipo de sospechas: agresividad, exacerbación, desprecio al otro, victimismo, exclusión, xenofobia… Da igual que un historiador de las ideas tan extraordinario como Isaiah Berlin escribiera magníficos textos demostrando hasta qué punto era imposible comprender el mundo actual sin la fuerza del nacionalismo. Ni sirve que se demuestre el nacionalismo de los supuestamente no nacionalistas, como hizo quince años atrás Michael Billig en Banal nationalism.
Ahora, en este país ya no se reconocen como nacionalistas ni los propios defensores de esta gran nación aun en construcción, Asturias, y que en su día lo fueron con orgullo. Por no hablar de esa rara teorización de un cierto independentismo-soberanismo que también hace ascos del nacionalismo.
Y es que en los últimos años, ganada la batalla conceptual contra el nacionalismo, ahora los cañones apuntan a la idea de identidad y lo identitario. Desde una óptica equivocada de los planteamientos llamados por algunos como "de izquierdas" se rechazan con virulencia las cuestiones identitarias, sugiriendo que estas se podían separar de las políticas sociales y progresistas en general, lo que es a todas luces una falacia. . Ni que decir tiene que esta alergia hacia lo identitario tiene un radio de acción muy localizado: se trata de una prevención a todo lo identitario asturiano que pueda marcar un ámbito de reconocimiento que lo distinga de lo identitario español.
Mientras, la identidad española, en la medida en que tiene el apoyo del Estado, no tiene que vencer ninguna resistencia y aparece como algo natural, contrariamente a la obsesión identitaria asturiana que se ve siempre como algo peligroso y disolvente.
Como suele decirse, viajar cura los localismos. El 21 de junio se celebró el "día del Español" (no del castellano) en los 70 centros del Instituto Cervantes de los 42 países en los que tiene centros abiertos, con más de 300 actividades. La calle de las ciudades en las que están sus delegaciones se convirtieron en “plazas del Español” por un día, con conciertos, talleres infantiles, recitales de poesía y muestras gastronómicas. Posiblemente, no me había enterado porque el despliegue no mereció ningún reproche en ningún foro de debate periodístico por el alto dispendio en actividades de fervor identitario en tiempos de crisis.  Lo que sí desequilibra el déficit público español son las delegaciones extranjeras de Asturias y de otras Comunidades Autónomas.
Identidad es un concepto de fácil manipulación porque a la gran complejidad  le corresponde una fácil simplificación ideológica. Para empezar, la identidad, como proceso de reconocimiento social, no es algo esencial e inamovible que se posea en lo más profundo de un individuo o una colectividad, sino un proceso siempre abierto y cambiante. Y, por esa razón, no se escapan de la lógica identitaria ni los que reniegan de ella. También son debates identitarios los que propone el feminismo, la prohibición del maltrato animal, las escuelas artísticas y filosóficas, las reivindicaciones juveniles, las de los gays y lesbianas, los gustos musicales, por no decir las oposiciones entre culturas sindicales, políticas o empresariales. Todos somos identitarios,ya que nuestras ansias por existir se traducen en luchas sociales por el reconocimiento.
La defensa de unos servicios públicos de calidad también tiene que ver con la identidad política de quien los prioriza, y por tanto, no es menos identitaria que cualquier otra voluntad de reconocimiento público. Si el problema es que unas identidades (la lengua asturiana, el territorio histórico asturiano) molestan más que otras (la defensa de la naturaleza asturiana, del estado del bienestar) , que se diga claro y se señalen. Pero, por respeto a la verdad, que no se pretenda distinguir entre debates identitarios y todos los demás. Todos tienen que ver directamente con la identidad, con alguna u otra identidad.


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