jueves, 1 de noviembre de 2012

Entama un nuevu añu celta





El primer día de payares o noviembre todos nos acordamos de nuestros finados y acudimos a los camposantos a rendirles culto, ponerles flores y ramos, desearles un feliz año nuevo, mientras la víspera los nenos se antroxan y piden dulces por el vecindario, mientras las casas se decoran con calabazas o otros frutos  vacíos iluminados por dentro. Este es uno de los mejores ejemplos de tradiciones de ida y vuelta: la fiesta de las ánimas, de la Santa Compaña, una celebración de origen celta, presente en prácticamente toda Europa, y que viajó a América de la mano de las sucesivas migraciones europeas pero que hoy retorna al viejo continente envuelta en el consumo y el márquetin que caracterizan a la sociedad actual. El Halloween que nos quieren vender  es en realidad la vieja celebración céltica de Samain pero debidamente maquillada por el afán consumista de nuestro tiempo.

Los celtas sólo distinguían entre dos estaciones (verano e invierno), Samhain (que significa etimológicamente ‘el final del verano’) representaba el comienzo del hinvierno. Se acababa el tiempo de las cosechas y a partir de entonces los días iban a ser más cortos y las noches más largas. Nuestros antepasados celtas celebraban importantes festivales para dar la bienvenida al Año Nuevo. Al anochecer de cada 31 de octubre (ya 1 de noviembre para los celtas, pues el nuevo día arrancaba con la puesta del sol), la costumbre era dejar comida y dulces fuera de sus casas y encender fogueres y velas para ayudar a las almas de los muertos a encontrar el camino hacia la luz y el descanso junto al dios Sol, en las Tierras del Verano. En la noche de Samain los vivos y los muertos podían comunicarse. Las barreras que los separaban desaparecían en aquel momento mágico. Lo bueno era que los espíritus de los antepasados podían aconsejar a los vivos sobre el futuro, pero lo malo era que también se convocaban a los espíritus maléficos. Por eso, los druidas ordenaban encender hogueras para ahuyentar a estos últimos.

La romanización de los pueblos celtas y la evangelización de los nunca romanizados, como Irlanda, la religión de los druidas llegó a desaparecer, pero el primitivo ‘Samhain’ pudo sobrevivir al paso del tiempo conservando gran parte de su espíritu y algunos de sus ritos. Con el cristianismo, esta vigilia pasó a llamarse ‘de Todos los Santos’, en inglés, “All Hallow´s Eve”, de donde va a derivar la expresión actual ‘Hallowe’en’.

El Halloween moderno mantiene la vieja tradición de dejar comida para los muertos, hoy representada en los nenos que, antroxaos o disfrazados, van de casa en casa, pidiendo aguilandu o dulces. Parece ser que los druidas celtas recogían alimentos por las casas para realizar ofrendas a la divinidad y que llevaban consigo una gran calabaza con carbones encendidos dentro, representando al espíritu que les daba poder. A finales del siglo XIX, los irlandeses introdujeron esta fiesta en América y bautizaron a la calabaza como Jack el que vive en la lámpara o Jack O’Lantern.

Halloween es hoy una fiesta muy internacional. Poco tiene que ver ya con los rituales de los druidas, vates o bardos. Se trata sólo de una excusa más para el negocio de bares y discotecas, el consumo y la  venta de disfraces  o  bebidas y el espectáculo. Se vive como un antroxu o carnaval más, eso sí, especificado en temática de muertos o de terror.

Sin embargo, muchos países celtas  conservan el espíritu y la referencia del Samain: no sólo es el nombre en gaélico irlandés del mes de noviembre, sino que todavía hoy durante la noche de Samain se prenden grandes fogueres y se encienden velas y luminarias en las que el vecindario arroja los trastos viejos que acumula en sus casas. Es el principio de una nueva etapa, de un año nuevo, donde se quema lo viejo y se apuesta por renovar y revivir lo nuevo, el futuro. Esa es la forma actual en la que los celtas recibimos con alegría y celebración nuestro Añu Nuevu.


FELIZ AÑU NUEVU CELTA A TOES Y TOOS.
FELIZ PAYARES.







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